La muerte de Paul
Paul se despertó temprano y bajó por el periódico como cada mañana, solo para enterarse por el titular sobre su propia muerte. Nervioso, se apresuró a levantar a Linda para mostrárselo. Ella, decepcionada, sólo supo decirle:
– ¿Tenían que dejar tantas pistas?
– ¡No lo entiendes! Se lo debía a mis fans.
–¿Tus fans?
– Bueno…
– Y ahora, ¿qué vas a hacer?
– Eliminar la evidencia.
Una melodía atravesaba la pesada puerta del sótano, Paul sacó un juego de llaves y quitó los cerrojos. Al bajar, lo encontró sentado en el piso, iluminado por algunas velas. Escribía canciones en un bloc de papel mientras rozaba despacio una guitarra. El antiguo Paul y el nuevo, el impostor, se miraron el uno al otro con esos ojos tristones que comparten, y, lleno de vergüenza, el nuevo Paul le clavó un cuchillo en el estómago a su ídolo.